Aquella noche, en que por vez primera
me hirvió la sangre al fuego de tus labios,
recorrieron tu cuerpo mis resabios
como potros salvajes, sin tranquera.
Y la turgencia de tus senos era
mudo reto a mis lúbricos antojos;
me dí en caricias, me abrasé en tus ojos
y te encendí de amor a mi manera.
Fui libando, en cada poro de tu piel,
remedo al picaflor sobre la rosa,
néctar divino de aromas y de miel.
Tu sentir palpitar tierna, ardorosa,
de amor desfallecida, feliz, fiel
a tu pasión secreta y venturosa.
me hirvió la sangre al fuego de tus labios,
recorrieron tu cuerpo mis resabios
como potros salvajes, sin tranquera.
Y la turgencia de tus senos era
mudo reto a mis lúbricos antojos;
me dí en caricias, me abrasé en tus ojos
y te encendí de amor a mi manera.
Fui libando, en cada poro de tu piel,
remedo al picaflor sobre la rosa,
néctar divino de aromas y de miel.
Tu sentir palpitar tierna, ardorosa,
de amor desfallecida, feliz, fiel
a tu pasión secreta y venturosa.
Luis Edgardo Ramírez
Venezolano
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