Al respecto existen diversos y prestigiosos modelos que lo explican. Las personas, los estudian en los distintos niveles de educación, no obstante pareciera que aún no lo internalizan, porque es evidente como se suscitan inconvenientes en todos los órdenes, sobre todo en el ámbito empresarial, donde se podrían evitar situaciones desagradables y tergiversaciones, si sólo tratáramos de establecer una comunicación efectiva. En muchas ocasiones, los profesionales que gerencian o lideran empresas y grupos de empleados, suelen confundir comunicación con información, y eso en definitiva, afecta las relaciones entre los diferentes niveles jerárquicos e incluso en el mismo estatus laboral. Mientras que la comunicación es un diálogo, un intercambio de ideas, la información es una alocución o exposición de datos o hechos.
La comunicación efectiva está estrechamente relacionada con el éxito personal. Quien no sepa comunicarse es preso de sí mismo y hace de los demás sus carceleros, porque el ser humano precisa exteriorizar sus sentimientos, ideas, conocimientos y emociones y éstos pueden ser efectivos o no, dependiendo de la comunicación. Comunicarse con propiedad es un arte, que como toda disciplina, amerita de motivación, constancia y sobre todo compromiso por mejorar cada día.
Si queremos comunicarnos excelentemente con nuestros compañeros, amigos, supervisados y público en general, lo primero que debemos hacer es comunicarnos con nosotros mismos, saber qué queremos de nosotros y de los demás, estructurar los mensajes claros y precisos, sin alejarnos de las ideas principales, no ver a los otros según nuestro estado de ánimo y contemplar a las personas desde la llamada autopista de la luz para ver realmente lo que son, y no lo que queremos ver y no desplazar hacia nuestros interlocutores las frustraciones propias En esa comunicación interna con el propio yo, erradiquemos el famoso NO, y enfoquemos el interés en lo que SÌ deseamos obtener. La capacidad de comunicación descubre a un ser.
En este orden, la RAZÓN Y la EMOCIÓN, juegan un papel relevante para alcanzar la efectividad comunicacional, y por ello es perentorio atender algunos criterios que conduzcan a lograr este grado deseable de relación humana.
Nuestra actitud ante lo que hacemos o ejecutamos. Es importante que valoremos nuestras actividades, que nos sintamos orgullosos de nuestro desempeño, que estemos consciente del valor de nuestro aporte, porque de esa manera se fortalece la autoestima y la motivación, lo cual incide en la emotiva comunicación, en un mejor nivel de aceptación, entusiasmo y pro actividad.
Vestirse de luz nos hace brillar. Esto se relaciona con nuestro ánimo, con la apariencia personal, esos detalles a veces insignificantes, que marcan la diferencia en los resultados. Es la llamada conveniencia de la ocasión. Se pierde o se gana simpatía, se genera o se mengua la confiabilidad dependiendo de cómo nos comuniquemos. La personalidad impacta.
La calidad y profundidad de lo que decimos. Está referido a la consciente intencionalidad de lo que deseamos expresar, porque el modo de decir algo, es tan importante como lo que decimos, ya que las palabras marcan diferencias significativas de acuerdo con el énfasis o intención en la pronunciación. En este sentido los gestos y expresiones no verbales también son determinantes en las disímiles reacciones de los interlocutores. Muchas veces se pronuncia un sí, pero los gestos y actitudes dicen no, dando esto lugar a las incongruencias comunicativas, factor detonante de las inadecuadas relaciones interpersonales.
En síntesis, cuando somos lo que comunicamos, y lo hacemos con autenticidad tomando en cuenta la razón y la emoción, entonces obtendremos crédito y solvencia personal.
Cambiando nuestras concepciones internas, cambiará nuestro estado emocional y en consecuencia seremos mejores comunicadores.