La vida es bella

La vida es bella

lunes, 22 de diciembre de 2008

La FE



Es un don maravilloso que obtendremos de Dios Padre cuando se la pedimos de todo corazón cuando recitamos con devoción “Señor auméntanos la fe”. Pero por supuesto no es fácil obtenerla, porque vivimos en un mundo de ver para creer y la fe no es tangible, es un don que se siente, que se comprueba si sabemos observar, que penetra poco a poco en nuestro corazón y que nos llena de alegría, de amor y gozo, pero para poder disfrutar de ella debemos entregarnos de corazón a la voluntad del Señor. Hablarle con sinceridad en medio de nuestro silencio, postrados con reverencia ante el sagrario o en cualquier lugar de nuestro hogar o en la soledad de un momento de angustia de los tantos que tenemos que sufrir para fortalecer nuestro espíritu. Al principio sentimos enmudecernos e indignados de hablarle, de pedirle, no nos salen las palabras adecuadas, pero poco a poco El nos abre el corazón y pone en nosotros las oraciones más sencillas, la confianza de que nos está escuchando y la esperanza de que aceptando su Santa Voluntad lo que suceda en el futuro será lo mejor. En este peregrinar de la fe he podido comprobar que cuando invocamos su presencia, su protección y amparo no tarda en atendernos, veremos suceder cosas y situaciones que no son precisamente lo que le pedimos pero que poco a poco van sanando o solucionando problemas relacionados con la petición inicial. La fe nos da el privilegio de poder ver esos cambios, de sentir que somos escuchados. Cada vez que elevamos nuestras petición al Señor debemos desprendernos de las dudas, confiar en que El está en medio de nosotros en todas las situaciones, que cuando alguien nos da un consejo, nos ayuda en una necesidad o nos llegan oportunidades de solventar algún problema, allí está la mano de Dios. El nos utiliza como mensajeros para llevar al que lo necesita esa gota de aliento, ese poco de pan o ese consuelo que tantas veces hacemos impulsados por un sentimiento que desconocemos. Pidámosle entonces que nos deje ver lo que está haciendo mientras cumple nuestra petición y así, poco a poco, tendremos la dicha de comprobar su Divina Presencia en muy poco tiempo. Cuando la angustia invada nuestra mente y no nos deje dormir o concentrarnos, invoquemos al Espíritu Santo y pidámosle que nos restituya la paz y tranquilidad no sólo para nosotros sino también para aquellas personas que pudieran estar involucradas en la situación que nos está agobiando y seguramente podremos comprobar en cuestión de segundos como nos llega ese remanso de paz y confianza. No tardemos entonces en cultivar en nosotros ese gran tesoro que es la FE.

Norma Barrios G.

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