Lentas…, silenciosas…, se evaporan las horas.
Un sopor de nostalgia se apodera de mí;
en la brisa impalpable de tus tiernas auroras,
perfumados recuerdos solo van hacia ti.
El reloj inmutable es guardián del olvido,
y en misterio sumido, recordando el ayer,
su tictac es tortura y en mi peho latido;
sus timbradas campanas, como voz de mujer.
Arrancados del tiempo… inflexible segundos….,
corazón lacerado de anhelante esperar;
es el ave cansada de vagar por los mundos,
es la frágil gaviota reflejada en el mar.
Una tarde cualquiera ya no vi tu mirada,
ni tus líricos labios como néctar de flor,
ni tus blondos cabellos como negra cascada,
ni el perfume enervante de tu núbil candor.
Se esfumó entre las nubes, como el rayo ligero,
la esperanza florida de una vana ilusión;
y el silencio arrancado de tu amor agorero,
con vapores de olvido me empaño el corazón.
El ayer es abismo que separa y no vuelve,
o quizás ronda cerca sin poderse ocultar;
o tal vez entre tules de recuerdos se envuelve
en la pálida noche que no quiero mirar.
Sólo sé que una estrella alumbróme la vida
y su estela un momento por mi vida pasó;
un adiós extinguido de silente partida,
con su mano invisible de mi amor se alejó.
Esas horas que pasan van borrando el presente,
y el tictac del olvido va en mi pecho muriendo…
aunque tú estás lejos, aunque yo estoy ausente,
con el alma encendida… ¡Yo te sigo queriendo!
Gustavo Arevalo Pacheco
Venezolano
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